Luz de mar

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Siempre Pau Donés

 

Según la RAE, la expresión jarabe de palo hace referencia a “una paliza como medio de disuasión o de castigo”.

Este dicho me trae recuerdos de cuando era niña; de cuando mis padres me reprendían y maliciosamente me decían “te vamos a dar jarabe de palo; ya verás”. Ya entonces, esa expresión me sorprendía y me hacía gracia: el jarabe que curaba y corregía los defectos.

Cuando conocí el nombre del grupo de música que triunfó con la canción de “La flaca”, también me sorprendí: jarabe de palo. Y me dejé llevar por el ritmo de la canción que efectivamente era pegadizo. Te dejabas llevar… y… ¡a bailar!. Según cuentan, quien le inspiró la letra a Pau Donés fue una cubana muy flaca que conoció en su viaje a Cuba y de la que se enamoró perdidamente. De esto me enteré más tarde, pero me gustó la historia. O el relato, como se dice ahora.

Después escuché otras de sus canciones. Una de las que más me gustan es “Dueño de mi silencio”. Cuando la oí, su estribillo me sonaba mucho, pero no lograba recordar de qué. Investigando, descubrí que era una frase de Aristóteles: “El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. Toda una filosofía. Debemos ser prudentes con lo que decimos, pues las consecuencias que se deriven de ellas pueden arrastrarnos a un sinfín de aclaraciones, rectificaciones, justificaciones o enemistades. Los silencios, a veces, son tan elocuentes como las palabras y comprometen menos.

En fin, que todo depende del contexto en que nos situemos y de las circunstancias en las que nos encontremos. Como también de la perspectiva que adoptemos. Lo que digamos puede ser considerado adecuado en determinadas situaciones o desatinado en otros momentos; nuestro interlocutor puede considerarlas desde otro punto de vista. Así que todo depende, como dice la letra de “Depende”, otra de sus canciones, que empieza así: “Que el blanco sea blanco/que el negro sea negro/que uno y uno sean dos/como exactos son los números/depende…. ¿de qué depende?/de según cómo se mire, todo depende”.

Los ritmos de las canciones de Jarabe de palo nos hacen bailar y sus letras  sencillas nos dicen cosas en las que a veces pensamos. Una simbiosis que les ha permitido alcanzar el éxito. Además transmiten mucha vitalidad. Y esa vitalidad la cultivó Pau Donés hasta el último momento. Durante los años que duró su enfermedad (murió el pasado 9 de junio de cáncer), decía que a ella le dedicaba cada día un ratito; el resto del tiempo tenía que vivir. Y es que la vida es una ilusión que se sueña, como diría Calderón de la Barca. Y a eso se dedicaba Pau Donés, a cultivar la vida intensamente, aunque a veces los sueños se rompan. Y eso es lo que dice su canción “Realidad o sueño”: “Ahora que empiezo de cero/que el tiempo es humo/que el tiempo es incierto/ahora que ya no me creo que la vida será un sueño/ahora que solo el ahora/es lo único que tengo/ahora que solo me queda esperar/a que llegue la hora”.

Todos esperamos a que llegue la hora, eso nadie lo puede cambiar. Es una obviedad. Pau Donés ha sabido estar en el camino de la vida hasta el final con la ironía que solía poner en sus canciones. En la página oficial Jarabedepalo (como se hacían llamar últimamente) podemos leer: Adiós… pero hasta luego. Siempre nos acompañará a través de su música y de sus canciones.


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«De repente me siento mayor…»

 

Ayer me llamó un amiga que me dijo “de repente me siento mayor. Sí, de repente”. Hace pocos años que está jubilada. Sin embargo, nunca ha tenido el sentimiento de tener “cierta edad”. Se siente llena de vida, con energía y –afortunadamente- sin enfermedades importantes. Tampoco las fuerzas y las ganas de hacer cosas le han menguado.

Desde que irrumpió el coronavirus en nuestras vidas, todo se ha trastocado. De repente, es vulnerable, persona de riesgo. Ha empezado a tener la sensación de que es mayor. O, por lo menos, la han clasificado de vulnerable. Seguramente, algunos la ven mayor y ella advierte esa certeza en los demás.

Esta confesión de mi amiga me ha hecho reflexionar sobre el concepto de “sentirse mayor” cuando físicamente te sientes bien. ¿Qué es sentirse mayor?. ¿Es tal vez tener eso que llamamos experiencia?. Está claro que la experiencia –como suele decirse con frecuencia- no es un argumento. Hoy día los jóvenes y no tan jóvenes –e incluso algunos mayores- tienen más y variadas experiencias que la mayoría de gente mayor.

Quizás sea la distancia que nos da el “tiempo vivido”. Sí, el tiempo vivido te da perspectiva. Y de esta los jóvenes no tienen tanta. El tiempo vivido te permite ponerte en el lugar de los jóvenes y adultos. Ya has pasado por esas etapas y los mayores podemos comprender los anhelos, los temores, las pasiones y las frustraciones de las personas que ahora están viviendo esos momentos.

Es esa perspectiva la que permite a los mayores anticipar o vislumbrar los momentos y las emociones que otros van a experimentar. Nosotros ya las hemos experimentado antes. Si no de igual forma, sí parecida. Y como las emociones, pasiones, esperanzas, deseos y sentimientos humanos se repiten a lo largo de la humanidad, los mayores podemos intuir algunas cosas. Es lo que nos permite otear el horizonte desde cierta altura a la que aún no han llegado algunos no tan mayores.

Antes –en tiempos de nuestros padres y abuelos-, cuando éramos jóvenes, los mayores eran los que dirigían el curso de las cosas porque el mundo era casi constante, sufría pocos cambios. Y por ello, las personas que habían vivido más años acumulaban experiencia y sabiduría convirtiéndose en una referencia.

Pero el mundo de hoy es bien distinto. Cambia a una velocidad enorme, vertiginosa, de forma que las experiencias vividas ya no sirven del todo para el siguiente momento. Ni para tener certezas sobre el futuro. Siempre son nuevas. Es como si viviéramos un constante presente. El pasado se ha esfumado y el futuro es una incógnita. Entonces, se me ocurre que los problemas de la gente mayor son los mismos que los de los jóvenes: cómo enfrentarse a un mundo en perpetuo cambio.

Esa energía y ganas de vivir que me comentaba mi amiga me ha recordado “el divino tesoro” del que hablaba Rubén Darío que –en realidad- está presente en todas las edades: se van para no volver. El título del poema es muy revelador  para lo que estamos diciendo Canción de otoño en primavera. El poeta, ya mayor –“canción de otoño”-, mantiene vivas sus ansias de vivir y sus ilusiones como cuando era joven –“en primavera”-. Y copio unos versos del poema que insisten …

 

Mas a pesar del tiempo terco,

mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris me acerco

a las flores del jardín…

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro,

y a veces lloro sin querer…

 

¡Mas es mía el Alba de oro!

 

El verso final nos indica que, aunque se lamenta por la pérdida de la juventud, siente las mismas ansias de vivir y las mismas ilusiones que cuando era joven. Así, tanto los jóvenes como las personas mayores nos enfrentamos al mundo con la misma energía y capacidad. Y, dada su continua transformación, mantenemos viva nuestra capacidad de sorprendernos. Y en esta época, aún más.

 


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A sota veu, Maria Carme Alerm

A sota veu es el primer libro de relatos de Carme Alerm.  Todos los cuentos que reúne el libro,  once en total, habían sido ya premiados en diferentes concursos literarios, pero no habían sido publicados. Ahora sí podemos leerlos y disfrutar con ello. Así que el éxito del libro está casi asegurado.

Y digo esto porque gran parte de ese éxito radica en el hecho de que todos los relatos logran atrapar al lector. Aunque cada uno de los textos es autónomo y tiene su propia personalidad, todos tienen en común un elemento sustancial: que las protagonistas son mujeres –de ahí el subtítulo del libro, Relats en femení-. Mujeres valientes que se enfrentan a situaciones difíciles que su condición femenina acentúa: pérdidas de seres queridos con la guerra civil como trasfondo; desamores; vejez; enfermedades; abusos, etc. A todo ello se enfrentan, y todo lo superan, aunque con profundas cicatrices.

Al acabar de leer los relatos, comprendo el valor simbólico que tienen sus títulos en relación a la historia que cuentan. Por ejemplo, el nombre de uno de ellos, “Brisa”. Inicialmente me puede sugerir un viento suave, el nombre de una mujer, o no sé muy bien qué. Pero después de leerlo me doy cuenta de que se trata del residuo sólido que queda después de prensar la uva. Una frase que dice la protagonista lo revela: “La brisa del raïm. Sí, en això em vaig convertir després d’aquella maleïda verema. En brisa de raïm”. Y vuelvo a repensar lo que acabo de leer, a reflexionar sobre lo leído, como si se hubiera cerrado un círculo que acaba dando un sentido nuevo al título, y este a toda la historia. La autora, con ese título, destaca el sentimiento de la protagonista Tineta de ser un desecho –utilizada y tirada- que connota todo el relato.

En otro relato, “Treball de camp”, Núria –una estudiante a punto de acabar la carrera- ha de entrevistar a su abuela Roser para terminar su trabajo de fin de grado. Se trataba de explicar cómo afectó la guerra civil a la gente anónima de ambos bandos a través de los testimonios de su familia. Precisamente, el de su abuela era fundamental para su ‘trabajo de campo’, ya que testimonios como el de ella ya eran difíciles de conseguir por diferentes razones, muerte de los protagonistas, silencio u ocultación. Finalmente, la abuela Roser le explicó su historia y que su marido estuvo prisionero en un ‘campo de trabajo’. De modo que el trabajo de campo desveló una historia que se desarrolla en un campo de trabajo. Dos realidades bien distintas, pero que se relacionan estrechamente en el relato. De nuevo, nos encontramos aquí con el valor enigmático y polisémico de las palabras, y lo que esta polisemia pone en evidencia al ser descubierta.

Pienso en ese título y reflexiono sobre la importancia de conservar la memoria para conocer nuestro pasado. Y en la importancia de algunos ‘trabajos de campo’ para guardar memoria de los campos de trabajo.

La autora ha hecho un buena labor literaria en la que no ha dejado nada al azar. Todo, cualquier palabra, tiene en sus relatos una significación especial: títulos, nombres, apodos, juegos lingüísticos, seudónimos, etc. Ha sabido crear un tejido narrativo lleno de referencias y de palabras sutilmente entrelazadas que remiten y evocan las unas a las otras, y a través de ese enlace dan pleno sentido a las historias que nos cuenta. Historias y palabras que permanecen en nuestra mente y, sin darnos cuenta, cobran vida propia en nosotros y que seguimos descubriendo en sus múltiples sentidos. Palabras que desvelan sentidos ocultos y nos proporcionan nuevas miradas.

Carme Alerm es catedrática de Lengua y Literatura en un instituto, doctora por la Universidad Autónoma de Barcelona, y especialista en Valle Inclán. Fue cofundadora de la revista digital El Pasajero. Revista de estudios sobre Ramón del Valle Inclán. Conoce bien, pues,  el valor de las palabras y su capacidad de desvelar los sentimientos profundos de las personas. Creo que eso es lo que intenta al escribir: desvelar lo más recóndito de los sentimientos y de las experiencias de sus personajes y hacerlas resonar en nosotros, los lectores.

Esto mismo es lo que nos permite ir más allá de las apariencias  y adoptar nuevos puntos de vista que transforman nuestra percepción de la realidad. Esa es la magia de la literatura.

Esa es la magia con la que cuentan algunos de los personajes de estos relatos que saben jugar con el lenguaje, y despertar la capacidad de evocar que tienen las palabras. Lo vemos en “Per un instant de brillantor”, en el que una niña juega a inventar y construir frases partiendo de las palabras sueltas de los letreros y anuncios que iba viendo mientras viajaba en coche, creando un texto allí precisamente donde inicialmente no había más que un sentido fragmentario. O en “Treball de camp”, en el que la abuela Roser siempre empezaba a hablar con su nieta Núria proponiéndole que  resolviera la adivinanza que le decía, como una prueba que le permitiría seguir en la conversación.  Si no, no seguían hablando. Como si resolver enigmas del lenguaje fuese una especie de prueba ritual que daba paso –en caso de dar con la solución al enigma- a un nuevo mundo de sentido, el que propiciaba la conversación. De este modo, la abuela Roser adiestraba a su nieta en el arte de descifrar la magia de las palabras.

Y es que, como dice la cita de Joan Brossa que la autora ha seleccionado para encabezar el libro, “El silenci  és l’original, las paraules són la còpia”. Interpreto que los sentimientos y las experiencias vividas son mudas. Y que necesitamos las palabras para romper el enigmático silencio original, y desvelar y comunicar estos sentimientos y experiencias que este encierra.

Un libro muy recomendable.  Os invito a que leáis una entrevista con la autora en Aika.


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Poesía confinada I

Poesía confinada I

Alegoría de la primavera, S. Botticelli

Durante este confinamiento que ya dura demasiado, he pensado incluir en este blog un poema de vez en cuando, pues la poesía tiene una gran capacidad de sugerir, nos abre la imaginación a reflexiones, muchas de las cuales ya han estado en la mente de otros antes que nosotros. Por ejemplo, el poema que he escogido en este tiempo de primavera en que se renuevan todos nuestros sentidos, trata de forma original el tópico horaciano del Carpe Diem: aprovecha el momento, no esperes a mañana.

La idea surgió gracias a mi amiga Ángels que me pidió algún poema para enviar a sus alumnos el día de Sant Jordi. Releyendo poesía, me di cuenta de que, aunque siempre escribo sobre prosa,  quizás la poesía es más estimulante en estos momentos que estamos viviendo. Así que vamos a ello.

La uruguaya Juana de Ibarbourou fue una poetisa de principios del siglo XX muy reconocida dentro y fuera de su país. Recibió el apodo de “Juana de América”. Sus temas preferidos son la entrega amorosa, la maternidad y la naturaleza.

El poema que copio a continuación, “La hora”, pertenece a su primer libro Las lenguas de diamante (1919) que tuvo desde el primer momento un gran éxito:

Tómame ahora que aún es temprano

y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría

esta taciturna cabellera mía.

Ahora, que tengo la carne olorosa

y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora, que calza mi planta ligera

la sandalia viva de la primavera.

Ahora, que en mis labios repica la risa

como una campana sacudida aprisa.

 

Después…¡ah, yo sé

que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo

como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano

y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca

y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. Oh, amante, ¿no ves

que la enredadera crecerá ciprés?

 

Desde un punto de vista muy femenino, la autora presenta una visión del clásico mito  Carpe Diem para señalar que hay que gozar de la sensualidad cuando eres joven. Utiliza elementos de la naturaleza para mostrar la belleza de la juventud (dalias, rosa, nardos, corola) y el deseo del amor. El imperativo “tómame” urge a la consumación del amor antes de que el tiempo pase y se nuble el deseo.

Los adverbios “ahora” y “después” dividen el poema en dos partes que señalan el tiempo del disfrute y el de la senectud. También lo señalan –en la segunda parte del poema- los adverbios “hoy” y “mañana”.

El poema concluye invocando al amante con una imagen bellísima en la que -de nuevo, los elementos de la naturaleza- “enredadera” hace referencia a ”pasión” y “ciprés” a “muerte”.

De forma simple, Juana de Ibarbourou nos insta a gozar de la vida antes de que la belleza y el ímpetu de la juventud se desvanezca. Para ello, dirige su mirada a la naturaleza que está llena de vida y que siempre, en sus ciclos, nos sorprende por su poder de transformación.

También nosotros, desde nuestros balcones, desde nuestros jardines, a través de nuestras pantallas, damos la bienvenida a la primavera. La naturaleza siempre se abre paso ante cualquier amenaza.


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Confinamiento mágico

 

La montaña mágica

Esta cuarentena que estamos viviendo es un buen momento para leer La montaña mágica de Thomas Mann. Los protagonistas de la novela viven en un sanatorio suizo para tuberculosos, un confinamiento parecido al que estamos viviendo nosotros. Allí van los que tienen una afección pulmonar y permanecen aislados del mundo durante mucho tiempo. En su reclusión, los enfermos piensan en su vida anterior y también en la vida futura, cuando vuelvan a la realidad; o sea, los momentos convulsos de la I Guerra Mundial.

El mundo de arriba

El sanatorio Bergohf está situado en una montaña, rodeado de  naturaleza. Es un lugar casi mágico que mantiene a los enfermos fuera del mundo con el fin de concentrar sus esfuerzos en la curación. Para ello, deben seguir rutinas muy estrictas que les recuerdan constantemente la enfermedad que padecen, pero a las que se acaban acostumbrando. Se han tenido que reprogramar y adaptarse a nuevos códigos.

También nosotros nos hemos enclaustrado en nuestros hogares ante la amenaza de contagio del coronavirus.  Por tanto, igual que los protagonistas de la novela, nos hemos confinado y apartado del mundo real. Lo que nos sitúa en otro espacio que crea una atmósfera nueva –quizás para muchos, asfixiante- que nos aleja de las actividades cotidianas que conformaban nuestras vidas. Un espacio que nos obliga a resituarnos. Nos hemos reprogramado, y autoimpuesto nuevas rutinas para aguantar el envite en que nos encontramos.

Es como si se hubiera detenido el tiempo, al igual que les sucede a los personajes del relato. En principio, nada ocurre, nada cambia, nada se complica y todos se han adaptado. El protagonista, Castorp, siente que ha vivido en el sanatorio un tiempo breve, pero en realidad pasa siete años en los que no ha parado de reflexionar.

Así, espacio y tiempo han cambiado, se han reducido, y nos sitúan a todos en otra dimensión a la que debemos adaptarnos mentalmente. Nada es como antes. No llenamos los grandes almacenes, no acudimos a los bares y restaurantes, ni a espectáculos, ni viajamos, ni vamos con nuestros amigos… De repente, nos damos cuenta de que podemos prescindir de muchas de estas cosas.

Ahora tenemos mucho tiempo que también ocupamos en pensar sobre lo que está ocurriendo. Hay momentos en los que  nos acordamos del sufrimiento y el dolor de mucha gente cerca o lejos de nosotros. Otros, en los que pensamos en cómo liberarnos de la pesadilla de la enfermedad. Y otros en los que reflexionamos –como los personajes de La montaña mágica– en cómo vamos a afrontar la vuelta al mundo real.

Alternativas para la vuelta al mundo

En la novela, se vislumbran distintas alternativas representadas por dos personajes fundamentales: Settembrini y Leo Naphta. El primero, Settembrini, ejerce una gran influencia en Castorp. Le anima a llevar una vida activa “allá abajo”. En sus numerosas charlas, le transmite su defensa del progreso de la humanidad y de los adelantos de la ciencia y la tecnología. Cree en los valores de la Ilustración, como en los derechos humanos y en la tolerancia. También, defiende la democracia. Es un personaje vitalista que trata de transmitir estas ideas en Castorp para cuando se incorpore al mundo “de abajo”.

Por su parte, Naphta, no comparte las ideas de Settembrini con el que polemiza constantemente. Es muy religioso y autoritario y cree en el marxismo dogmático. No cree en el progreso y se queja de todo. Es la antítesis de Settembrini. Si bien al principio, el joven Castorp se siente atraído por sus reflexiones pronto debatirá con él, en el mismo sentido que Settembrini. Ambos se disputan la educación de Castorp, quien elige finalmente a Settembrini como su mentor.

En los encuentros y conversaciones en ese lugar mágico que es el sanatorio, el joven Castorp va aprendiendo y afirmándose en los valores de progreso, tolerancia y fe en la humanidad. Va reflexionando sobre cómo afrontar su vuelta al mundo “de abajo” que, como decíamos al principio, vive momentos convulsos y de desorientación que enfrenta a partidarios de un mundo dirigido por gobiernos fuertes y autoritarios con partidarios de gobiernos tolerantes y democráticos.

También, en este confinamiento, afrontamos momentos convulsos y no dejamos de pensar en que nuestra “vuelta a la vida” nos llevará a un mundo que ya no podrá ser igual. Desde nuestro confinamiento –como si de un lugar mágico se tratara- hemos tomado conciencia de que todo se ha de repensar y replantear.

Nos hemos dado cuenta de que la globalización hace que vivamos en un mundo hiperconectado en el que lo que ocurre en un lugar afecta al resto, en el que existen riesgos globales. También sabemos que hay posturas enfrentadas sobre  cómo debe ser el mundo después del confinamiento. Unos piensan que vale el “sálvese quien pueda” y que cada cual debe buscar soluciones  a la crisis con los medios a su alcance, pensando solo en sí mismo. Otros creen que solo podremos avanzar cooperando y coordinando medidas que ayuden a todos –también a los más desfavorecidos-. Esta es la auténtica alternativa en que nos encontramos. En cualquier caso, está claro que hemos de realizar un esfuerzo global.

Voluntad de cambio

Durante su estancia en el sanatorio, Castorp parece haber encontrado su orientación, el sentido de la vida. Su experiencia de la enfermedad, la amenaza de la muerte, los paseos por la naturaleza y la conversación intensa le han servido para descubrir los valores perdidos en el mundo real. Como si estos siete años en la montaña –de forma mágica- le hubieran pertrechado de la capacidad y voluntad necesarios para actuar en el mundo real al que se incorpora.

No estamos en la misma situación que los personajes de la novela, que se ven abocados a una guerra. Pero la crisis que se vislumbra después del confinamiento es suficientemente grave como para que pensemos todos juntos hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos. Ojalá salgamos del confinamiento con unos ideales renovados y voluntad de cambio..


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Poesía, realidad y evocación

Ayer, 21 de marzo, no solo llegó la primavera. También era el día de la poesía. Buscando un poema para mandárselo a mis amigos y celebrar así ambas efemérides, encontré esta rima de Bécquer. Y me pareció que conjugaba bastante bien poesía y primavera. Os animo a leerlo:

                                           La bocca mi bacciò tutto tremante

                                                                                             Dante

Sobre la falda tenía

un libro abierto;

en mi mejilla tocaban

sus rizos negros;

no veíamos las letras

ninguno, creo;

mas guardábamos entrambos

hondo silencio.

 

¿Cuánto duró? Ni aún entonces

pude saberlo.

Sólo sé que no se oía

mas que el aliento,

que apresurado escapaba

del labio seco.

Sólo sé que nos volvimos

los dos a un tiempo,

y nuestros ojos se hallaron,

y sonó un beso.

…………………………………..

…………………………………..

Creación de Dante era el libro,

era su Infierno.

Cuando a él bajamos los ojos,

Yo dije trémulo:

-¿Comprendes ya que un poema

cabe en un verso?

Y ella respondió encendida:

-¡Ya lo comprendo!

Gustavo Adolfo Bécquer Rimas, 1871

 

La cita de Dante indica que los jóvenes lectores estaban leyendo La Divina Comedia. En su primera parte, Dante baja al Infierno donde encuentra a dos amantes, Francesca y Paolo. Francesca le cuenta que un día ambos estaban leyendo la historia de Lanzarote y de su amor por la reina Ginebra; cuando llegaron al fragmento en que Lanzarote besa a la reina Ginebra, Paolo besa “trémulo” a Francesca.

Bécquer, en este poema, pretende lo mismo, con sus propios protagonistas, que con los personajes  del poema de Dante. O sea, Bécquer imita a Dante. Y, por tanto, cualquiera de nosotros, a su vez, estamos invitados a evocar –y, en cierta manera, imitar- a  la hora de actuar a estos dos poetas. Es el poder evocador y el contagio, que constituyen la magia de la poesía. Un verso contiene a todos los demás. Y un poeta, a todas las personas. Una vida, toda la poesía y la poesía, todas las vidas.

El diálogo final de la rima nos muestra cómo la amada comprende que en un verso cabe toda una poesía: La bocca mi bacciò tutto tremante.

Imitando a Francesca y Paolo –que a su vez, imitan a Lanzarote y Ginebra- también el lector comprende y aprecia la gran intensidad del poema, que funde amor y poesía en un solo verso. Y esta emoción que transmite la poesía puede repetirse así hasta el infinito.

Desde luego, esta emoción amorosa tiene una base real.

Siempre, el arte ha reflexionado sobre la relación entre realidad y ficción. Entre evocación y vida. Sobre el juego entre ambos conceptos, hasta el punto de que, a veces, es difícil distinguirlos. De la relación entre ambos aprendemos a interpretar nuestras vivencias, nuestros deseos, nuestro mundo. Siempre es un juego de perspectivas que nos lleva a la repetición, al infinito, a la fusión de distintas vivencias.

Poesía, realidad y evocación Las meninas

Pensemos, por ejemplo, en Las Meninas de Velázquez. Si observamos con atención el cuadro, vemos, en el lado izquierdo, un gran lienzo, y detrás el propio Velázquez se autorretrata trabajando en él. En el punto de fuga de la composición aparece en el personaje del fondo abriendo una puerta, cuya luz impulsa al espectador  a recorrer todo el espacio representado en el cuadro. Entonces nos percatamos de que el artista se representó en la representación y, posiblemente, para ello se valió de un espejo que reflejaba la escena que vemos en el cuadro. Todo es un juego de perspectivas, especular.

El espectador participa activamente en la interpretación del cuadro formando parte de la emoción artística del momento. El espectador, el observador, participa de la representación dentro de otra representación. Así re-interpreta la obra de arte. Reflexiona sobre el juego pictórico que Velázquez nos sugiere y lo re-crea convirtiéndose en un elemento esencial en la contemplación del cuadro.

Poesia, realidad y evocación La rosa p.del cairo

En la película de Woody Allen, “La rosa púrpura del Cairo” , también asistimos a este juego entre realidad y ficción. Entre realidad y evocación. Entre normalidad y poesía.

Cecilia, una camarera harta de su aburrida vida, va al cine para evadirse de la realidad y soñar. Después de ver por enésima vez “La rosa púrpura del Cairo”, el héroe, Tom Baxter, salta de la pantalla al mundo real y se fuga con ella. Para Cecilia se iniciará una emocionante aventura, pero para la productora cinematográfica, para el dueño del cine y para los actores empieza un verdadero rompecabezas que deben solucionar cuanto antes.

Los espectadores de la película no pueden creer lo que ven. Sin embargo, se enfadan con el dueño del cine porque los actores no actúan, no hay conflicto y les increpan desde sus butacas. Los actores les responden que ellos también están enfadados con Tom Baxter, que les ha dejado sin poder trabajar. A su vez, el verdadero actor que había dado vida al personaje acude a encontrarlo para poder seguir actuando ahora que tenía algo de fama.

Como vemos, también aquí el espectador participa de la representación dentro de la representación. Como si el director de la película invitase al espectador a la reflexión sobre lo que está viendo, sobre lo que está sucediendo. Un juego enloquecido donde ficción y realidad se mezclan sin remedio. El juego entre lo posible y lo imposible  cambia nuestra mirada sobre lo que vemos y lo que vivimos. Y permite distanciarnos de la realidad y pensar que la ficción cinematográfica, a veces, nos transporta a otros mundos y nos aleja durante un corto espacio de tiempo de la prosaica realidad.

La ficción no cabe en la vida, del mismo modo que la vida, apenas cabe en la ficción. Dos realidades, dos irrealidades, y la evocación como la posibilidad de trasladarse de una a otra: ¡Juego de perspectivas!

Creo que esa es la función del arte, distanciarnos de lo real y observar las cosas desde un punto de vista inusitado –como en los ejemplos que acabamos de ver- o también desde diferentes puntos de vista con el fin de abrirnos la mente y la mirada. Pero también evocarnos un mundo que no existe y que permite y la imitación poética.

Para finalizar y volver al inicio, al poema de Bécquer, diré que la ficción sin la realidad no es nada. Lo mismo que la realidad sin ficción sería poca cosa. Se necesitan la una a la otra. Lo mismo que la evocación y la vida, y la vida y la evocación. La una a la otra.

La emoción que quiere transmitirnos el poema parte de una emoción real: un momento de la atracción amorosa. El poeta ha querido atrapar esa emoción en un poema que remite a otro anterior y a otro anterior. La evocación pretende capturar la vida, pero, en realidad, la recrea, la poetiza.

Así, la poesía nos permite reflexionar, evocar y cambiar de perspectiva sobre un sentimiento que es universal y que traspasa todos los tiempos: la primavera y sus amores.

 


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Contra la fugacidad y el olvido

Hoy escribo sobre un pequeño librito de apenas 60 páginas que recomendó el profesor Àlex Matas en una charla sobre “Los salones y los cafés de París”. Se trata de Mendel el de los libros, de Stefan Zweig.

Mendel el de los libros

Los cafés, a principios del s. XX eran lugares de encuentro, de conversación, de intercambio de ideas. A ellos se acudía a hablar, comentar y reflexionar sobre distintos temas: literatura, música, política, etcétera. O, simplemente, a disfrutar de un espacio cálido y confortable que invitaba a la introspección.

Por poco dinero se podía estar horas hablando, leyendo o escribiendo sin que nadie te molestara. Claro, que en aquella época la tecnología todavía no se había adueñado de las ideas  de las personas y de sus pensamientos. En ese ambiente de principios de siglo, vive el protagonista del libro, un personaje capaz de aislarse del mundo y dedicarse a su única pasión: los libros.

Jakob Mendel es un inmigrante judío ruso que se instala en Viena. Un librero que no dispone de medios para abrir una librería. Por ello, realiza su actividad en un rincón del café Gluck  de Viena. Allí acuden diferentes personas para hacerse con un libro difícil de conseguir, o para conocer el año de publicación de otro libro, o quién lo tradujo, o su precio.

Mendel posee una memoria enciclopédica y conoce todo sobre los libros, aunque no los haya leído. Este librero es un hombre solitario y poco hablador, que vive en su mundo alejado y aislado de lo que ocurre en su entorno. Ni siquiera se enteró cuando estalló la guerra. No necesitaba nada más que sus libros. Era un hombre raro, que vivía prácticamente en el café. Y sin embargo, era respetado por el dueño y por los trabajadores. Y despertaba la admiración de los estudiosos y de los intelectuales por su singular capacidad de memorizar cualquier dato sobre los libros existentes.

Llevaba 33 años en Viena cuando estalla la I Guerra Mundial. En 1915, es apresado por considerarlo un traidor al imperio austro-húngaro. Ignoraba que Austria estaba en guerra. Nunca se preocupó de ello, pues, como hemos dicho,  estaba entregado a los libros y a nada más.  No leía los periódicos, no hablaba con nadie. Los soldados que lo llevan a un campo de prisioneros rusos se extrañaron de semejante personaje, y lo consideraron un espía.

Tras dos años en el campo de prisioneros, pudo volver a Viena y al café Gluck. Pero este había cambiado de dueño y solo la limpiadora de los aseos permanecía en él. Cuando llegó Jakob Mendel, lo reconoció enseguida y lo condujo a su rincón. Pero Jakob ya no era el mismo, estaba destruido y sin recursos. El dueño del café lo despachó y murió de pulmonía, solo y sin que nadie lo echara de menos.

El libro está narrado en primera persona (trasunto del propio Zweig), y parece que nos sugiere varios temas que, aún hoy, son de gran actualidad.

Por un lado, cuando aparece el fantasma del nacionalismo –que recorre Europa como hará en momentos posteriores- introduce no solo fronteras físicas, sino también barreras mentales. Jakob es apresado por no ser austríaco, a pesar de vivir en ese país durante más de treinta años sin haber tenido problemas anteriormente. También hoy, asistimos a grandes movimientos xenófobos que deshumanizan a los migrantes y les despojan de su dignidad. Afloran, así, sentimientos que generan tendencias y conflictos cada vez más peligrosos, como la segregación, la marginación, el odio al otro:

“…todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro, que de manera irremediable se va volviendo cada vez más uniforme.”

Los soldados solo vieron en Jakob a un hombre que no se ajustaba a los esquemas del nuevo Estado totalizador que aniquilaba el pensamiento. Jakob Mendel es ajeno a lo que está ocurriendo a su alrededor, y viene a simbolizar el valor de la cultura, de la palabra escrita que permite al ser humano escapar de la uniformización y de la falta de libertad de pensamiento. Por eso es expulsado. Por ser distinto y no integrarse en en el nuevo sistema.

Del mismo modo, en nuestros días asistimos a enfrentamiento entre grupos extremistas que no admiten ideas que ellos consideran erróneas. Que quieren levantar fronteras que impidan que otros piensen  y actúen de distinta forma.

“En su mundo superior de los libros no había guerras, ni malentendidos, tan solo el eterno saber y querer saber aún más números y palabras, títulos y nombres.”

Por otra parte, Stefan Zweig, en homenaje al librero Jakob Mendel cuya historia investigó, acaba el libro con estas palabras:

“…yo, que debía saber que los libros solo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.”

Esto es lo que aprendió de Jakob Mendel. Y esto es lo que no debemos olvidar hoy en día. Nuestro pasado nos permite reflexionar sobre nuestro presente, para encarar nuestro futuro.


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Maleza viva

Maleza viva, la segunda publicación de Gemma Pellicer, es un librito excelente y estupendamente editado, de manera que contenido y forma constituyen un todo armonioso. El título –que sugiere un conglomerado de vivencias, ensoñaciones, fantasías, juego de asociaciones, inspiraciones cotidianas- , la ilustración de la cubierta –raíces, hojas y flores primorosas- y sus dibujos interiores ayudan a profundizar en el contenido: una serie de microrrelatos muy sugerentes.

Maleza viva, Gemma pellicer

Al escribir estas líneas, he vuelto a releer el libro. Esta segunda lectura  me ha aportado nuevas sugerencias. Lo bonito de un libro es eso: que te permita imaginar más y de forma distinta. Que no se agote en una lectura. Que te ayude a ver el mundo desde otra perspectiva. Como hace la poesía. Todas estas son razones para recomendar su lectura. Me permito comentar aquí algo de lo mucho que me ha aportado.

El libro está organizado en dos partes (‘Puntos de luz’ y ‘Herbolario’) que nos sumergen en mundos interiores, nos adentran en introspecciones que permiten acercarnos  –desde la cotidianidad- a lo profundo del ser humano.

Puntos de luz…

Empieza el libro con “Paisanaje” –a modo de introducción- indicándonos que estamos rodeados de arbustos, de maleza viva, como en un océano: “Un océano de rastrojos y retama sin fondo, pensó, con caña y paja de un solo color, de crecimiento salvaje”. Así la autora nos introduce en esa maleza que nos sugerirá muchas cosas.

Continúa con una colección de  51 microrrelatos que conforman la primera parte ‘Puntos de luz’. El primero de todos “Leve realidad” ya nos advierte  de la fugacidad de lo real y de la dificultad de encontrar la lucidez en este gran teatro del mundo. “Horizontes infinitos” reflexiona sobre la dualidad del ser humano que se debate entre la libertad y la cautividad –a veces, autoimpuesta-. En “Presente continuo” plantea la relación que el ser humano hace del concepto tiempo-realidad.

También se ocupa la autora, con aguda crítica, de la situación de acoso y derribo que está sufriendo nuestro país en “A precio de saldo casi” o en “La burla de los disfraces”.

Especial atención dedica Gemma Pellicer a ciertos personajes que pueblan nuestras ciudades y que, a veces, nos inquieta su presencia. Se trata de los locos, los vagabundos, los inadaptados, los viejos, los expulsados del sistema… Las reacciones que provoca su presencia son diversas. Algunas son violentas; otras de rechazo; otras son compasivas. Algunos de estos microrrelatos son “El loco de la Ku’Damm”, “El vagabundo”, “Estela de pájaro”, “Entre sábanas”, “La vagabunda”.

La visión irónica sobre de algunos aspectos de nuestra realidad podemos leerla en “Pulsaciones”:

La indiscreta ventana del móvil acaba de advertírselo una vez más con crudeza tecnológica: si no deja de teclear, va a creer que es un tío de esos que sale a cenar por ahí y no puede evitar mirar de extranjis el parpadeo de la chica que tiene enfrente, esa que odia las pantallas ajenas y aboga por las relaciones directas, sin filtros, sin basura spam, banners ni zarandajas; la misma que justo ahora te advierte con pulso cansino que si no renuncias a teclear de forma compulsiva como vienes haciendo, “ya puedes olvidarte de mí”.

En “El escultor” nos sugiere la autora que la perfección es algo pétreo, sin vida. Solo en la imperfección encontramos la auténtica belleza. En “¿Por qué está todo tan oscuro?” se plantea el consumo de noticias a través de los medios; consumirlas sin descanso y sin pausa. Es la mejor forma de insensibilizarnos ante la realidad.

El humor también está presente. Leemos en “El alquimista”:

Se ha clavado una espina en la garganta para actuar con verdadero sentimiento.

A veces, necesitamos los contrastes para poner en valor lo importante en la vida de cada uno y minimizar las naderías que lo ocupan casi todo. Eso es lo que nos transmite “Desolación de la nada”.

Herbolario…

La segunda parte, ‘Herbolario’,  se adentra en el océano de la vida por la que transitamos, en ocasiones con dificultad y sin rumbo ni orientación. Pero por la que avanzamos sin remedio gracias a la luz. En el primer microrrelato (de los 45 que la componen), en “Emboscada” leemos:

Y, entre tanto, la luz abriéndose paso una vez más, empeñada en alimentar y fermentar cualquier atisbo de vida que sea capaz de arraigar [de enraizar, brotar y erguirse, de prosperar en suma] entre rastrojos y hojarasca.

La imposibilidad de conocer nuestro destino, el olvido de lo que fuimos o la imposibilidad de recordarlo, la naturaleza como testigo de nuestras andanzas o como reflejo de nuestras congojas son algunas de las ideas que pueblan esta segunda parte. Por ejemplo, en “Árbor”, parece que la autora quiere recordar cómo la vejez, el paso del tiempo, nos aporta experiencia, vivencias y recuerdos que, aunque no se ven, están ahí. La apariencia no lo es todo. La última interrogación nos advierte también de lo que seremos:

¿Viejo yo?¿Quién se atreve?¿Quién lo dice?¿Aquel?¿Quién, veamos, es el valiente?¿Aquel otro, tal vez?¿Acaso soy lo que mis ramas peladas, hirsutas, dañinas a veces, dejan ver?¿Acaso estoy hecho solo de brazos retorcidos, anudados, deshilachados?¿Sólo veis en mí esa madeja desgreñada que aparento ser?¿Sólo eso creéis, maldita sea, seréis?

A veces, vivimos agazapados, esperando la oportunidad de ser libres otra vez, como leemos en “Supervivencia”. Otras, los animales se dan cuenta de que las alimañas los muelen a bastonazos. Así recuerdan el dicho de que el hombre es el mayor depredador, como vemos en “Alimaña”. En “La mentira del horizonte” se nos dice que no hay final, no hay horizonte. Detrás de un horizonte hay otro. Y así hasta el infinito.

La idea de que los sueños, las fabulaciones y las fantasías están presentes en el ser humano aparece en varios microrrelatos. Unas veces, estos sueños son positivos y nos permiten avanzar; otras son una trampa, un engaño que impide ves las cosas como son. Lo vemos en “La sonámbula”, “Pájaro emboscado”, “Apnea”, “Espera trepidante”, “¿Fantasea?” O “El nacimiento de Venus”, por ejemplo.

Algunos de los relatos son muy poéticos, como “El anhelo”, “Gavilán de compañía” o “Un cucharón de alpaca”. En “Duermevela” se muestra el valor de la perspectiva. Lo que para unos el agujero luminoso es una liberación, para otros es algo anodino, y otros lo piensan con mayor realismo.

“Nenúfares de flores blancas, terminales” sugiere que los recuerdos que se creen perdidos, de pronto retornan:

Ni la savia que asciende tallo arriba, ni el verde que estalla apoteósico, ni la belleza que asoma siempre (aunque unas veces tarde, o se resista un poco). Ni la vista cansada siquiera, ni el tacto perdido o loco; ni mucho menos la memoria, o el sueño tosco. Nadie sabe por qué este fragmento de tiempo brota hoy, insolente, en mitad del olvido.

Y acaba esta segunda parte con “Marina” como para recordar el título del libro (Maleza viva). En este caso, maleza marina y viva, como nuestras almas:

Y cuando las aguas se abrieron, burbujearon al unísono algas y almas sin brida, balbucientes de gozo y desvelo.

 

 


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Instante capturado

 

Instante capturado

 

Un atardecer de enero en la Albufera de Valencia….

¿Podría ser otro sitio?. Tal vez, pero el poder de evocación de la imagen es el mismo.

 

Serenidad del día que se acaba.

Sosiego buscado y encontrado.

Unión con la naturaleza formando un todo.

Encuentro compartido.

Conciliación.

Abandono.

Figuras que sugieren.

Cielo. Mar. Luz.

Suspensión….

Quizás eso es lo que, a veces,  buscamos. Momentos únicos, irrepetibles, que nos alejen de lo cotidiano y nos sumerjan en un paréntesis (   ).

Eso es. Un paréntesis. Algo aparte, que se detiene.

Figuras, siluetas anónimas que se van. Otras que admiran la belleza de esa luz que durante unos minutos las deja suspendidas, las aísla. Otras, en cambio, se dejan envolver por esa atmósfera que las invita a encontrarse. A alargar ese ocaso que, quizás, las prepare para el porvenir.

Es un instante capturado. Un paréntesis.

 

 

 

 

(Escrito para la revista “El Muntanyenc” de Sant Cugat del Vallès: http://www.elmuntanyenc.cat)


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La Patria como enemigo de la tolerancia

patria-fernando-aramburu

Patria, la última novela de Fernando Aramburu, acaba de recibir el premio Francisco Umbral al libro del año. Ha sido verdaderamente un éxito literario: desde su publicación en septiembre pasado se ha reeditado nueve veces. Además, el guionista y productor Aitor Gabilondo quiere llevarla a televisión pues se siente muy identificado con lo que ha leído y, de alguna manera, con lo que ha vivido.

La novela relata la historia de dos familias que viven en un pueblo –podría ser cualquiera- de la provincia de Guipúzcoa. Mantenían una estrecha relación de amistad y les unían lazos muy profundos –como muchas familias españolas-. La acción transcurre a lo largo de los últimos 40 años y explica cómo ETA pervierte la vida de ese pueblo y la relación entre sus habitantes.

Escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde                un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide                     quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla y desaparecer.” (pág. 552)

De las dos familias, una era proclive a ETA porque uno de sus hijos –Joxe Mari- se hace etarra. La otra estaba contra la banda terrorista y el padre –un empresario- debe pagar el impuesto revolucionario. A partir de ese momento, empieza la presión por parte de ETA sobre el empresario: pintadas, dianas con su nombre, avisos… Todo se trastoca en las relaciones entre las dos familias, que acaban enfrentadas. También  con los habitantes del pueblo y con los hijos. A la familia del empresario –que hasta ahora mantenía una relación muy cordial con la gente- le niegan el saludo, dejan de salir en bicicleta con él, de tomar copas. Los amigos dejan de hablarle. Finalmente, es asesinado cuando se convence definitivamente que lo mejor es marcharse del país vasco.

A partir de aquí, el autor relata cómo la familia del asesinado intenta sobrevivir a este trágico suceso. Al mismo tiempo, la otra familia etarra sufre el drama del encarcelamiento de su hijo en una prisión de Andalucía. Ambas familias, de forma diferente, son víctimas del discurso de ETA –el llamado “conflicto vasco”- y de su actuación en las poblaciones vascas. El miedo, el terror y el silencio se imponen entre sus habitantes dando lugar a una falta total de libertades y de solidaridad.

“Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por                 quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y de sus convicciones                       totalitarias” (pág. 552)

Tras el asesinato, Bittori, la viuda del empresario, pone todo su empeño en  conseguir que Joxe Mari, desde la cárcel, le pida perdón. Así podrá descansar en paz ella y su marido muerto. Joxe Mari se resiste y hasta el final del libro no sabremos que finalmente pide perdón a la viuda, cumpliéndose así la esperanza de paz para ambos. Se muestra así el largo recorrido que tendrán que seguir todos: el espinoso proceso de reconciliación y de paz.

También escribí, desde el estímulo por ofrecer algo positivo a mis semejantes, a favor de la                 literatura y el arte, por tanto a favor de lo bueno y noble que alberga el ser humano. Y a favor            de las víctimas de ETA en su individual humanidad, no como meros números  de una       estadística donde se pierden el nombre de cada una de ellas, sus rostros concretos y sus señas              intransferibles de identidad” (pág. 552) 

Un relato contra el olvido

Aramburu cuenta el día a día de la gente en un pueblo vasco. El ambiente que se respira, cómo viven, cómo se enfrentan a sus sentimientos, a sus enemigos. Eso es lo más dramático: el día a día. Poco a poco –casi sin darse cuenta- el discurso de los buenos y los malos, los nuestros y los otros se va imponiendo en la población impulsado por sectores con influencia: la iglesia, ayuntamientos, centros culturales… Todos son vigilados y pueden convertirse en sospechosos: no te hemos visto en la manifestación, no has asistido al acto contra las fuerzas de  ocupación, has hecho tal comentario, tienes que venir a hacer pintadas, te hemos visto hablar con ella, ¿no dices nada?….

-Más te valdría dejarte de novelas y sumarte a la lucha por la liberación de Euskal Herria.                    Mañana hay manifa a las siete. Espero que no faltes. Algunos amigos míos ya me han                          preguntado dónde te metes. Mientras los de tu cuadrilla dan la cara, a ti ni se te ve. ¿Qué les                digo? No, es que se ha vuelto delicado y se pasa el día leyendo. Mañana a las siete te quiero                 ver en la plaza” (pág. 183)

El miedo se va apoderando de la población y todos callan. Nadie quiere ser señalado. La única salvación es marcharse del pueblo. Así lo hace Gorka, el hermano al que Joxe Mari hace ir a la manifestación, quien además no se atreve a confesar a su familia su homosexualidad. En la ciudad se siente más libre para llevar su vida y alejarse de lo que odia.

Uno de los capítulos finales del libro se titula “Si a la brasa le da el viento”. Justamente en él, el autor confiesa lo que pretende con el libro: que nadie olvide lo que ocurrió para que no vuelva a ocurrir. Es muy fácil que los resentimientos y las envidias y el odio se inflamen. Y las consecuencias de alentar los demonios que llevamos dentro pueden ser terribles e incontrolables.

Hoy asistimos a sucesos que deben hacernos reflexionar sobre la convivencia y la tolerancia (Breixit, referéndum sobre la paz en Colombia, Trump en EEUU, el problema de los refugiados en Europa…). Se avivan y alientan sentimientos que después se van de las manos y derivan en consecuencias no deseadas.

Por ello, recomiendo encarecidamente la lectura del este libro. Es un libro contra el olvido y contra la intolerancia. El lector se introduce en una historia en la que participa activamente al intentar reconstruir la compleja trama que nos ofrece el autor. Fernando Aramburu lo consigue porque se sumerge en la humanidad de sus personajes y nos hace pensar qué papel hubiéramos adoptado si nosotros  nos hubiéramos encontrado en esa misma situación.

Fernando Aramburu, Patria, Barcelona, Tusquets, 2016